No hay mal que por bien no venga
A lo largo de la vida el ser humano experimenta diversos sentimientos como la alegría por realizar algo que tanto deseabas, el amor por algunas personas o cosas y en algunas ocasiones, el dolor.
El dolor es aquello que todos buscamos evitar, pues sus efectos son devastadores, te dejan con heridas que a veces son difíciles de cicatrizar. Pero a pesar de toda la adversidad, el dolor te puede ayudar.
Sí, suena algo ilógico que algo que te hace tanto daño te pueda ayudar, pero la realidad es que el dolor puede hacerte desarrollar una personalidad más fuerte cuando te vuelvas a topar con una situación difícil. Les compartiré una historia que me sucedió hace un tiempo.
Un par de años atrás, yo iba a presentar un examen de química por lo que estaba algo presionado ya que necesitaba una buena calificación, pero sabía que al finalizar el día todo iba a estar relajado, pues después de la jornada escolar iría con mi familia al estreno de la nueva película de Star Wars. Todo parecía salir bien pues presenté el examen de química sintiéndome satisfecho por mi rendimiento, además ese mismo día habían entregado resultados de otra materia donde necesitaba una buena calificación y para mi fortuna logré salir con un buen promedio. Una vez que sonó la campana me dirigí al auto de mi papá, ansioso por ir al cine. Cuando vi a mi papá, noté que tenía una expresión demasiada seria y su voz sonaba diferente (pensaba en ese momento que estaba enfermo de la garganta). Sin embargo, minutos después de ir manejando me dice que mi abuelo había fallecido. La noticia fue como un balde de agua fría que me dejó sin palabras y con un dolor que hasta el día de hoy no puedo describir. Al llegar a casa de mis abuelos me partió el corazón ver como varios familiares se encontraban allí, llorando desconsoladamente. Más tarde, mientras me acercaba a mi cuarto, no pude evitar entrar al cuarto de mi abuelo ya que estaba a un lado del mío. Fue dentro de ese cuarto donde salieron las primeras lágrimas de muchas, recordando como jugaba conmigo cuando era niño, como fue nuestra última conversación, como eran las incontables veces que me ayudó con mis tareas, entre otras memorias.
Esta experiencia nunca la olvidaré por todo lo que significó para mí, no sólo por el dolor que sentí, sino también porque me hizo forjar una personalidad más sólida para que cuando llegue el día pueda enfrentar al dolor y no rendirme ante él, pues superarlo siempre estará en nuestras manos. Como dicen por ahí, no hay mal que por bien no venga.